miércoles, febrero 22, 2006

Ser sapo



Para hablar de la práctica, no voy a partir hablando de lo que hago aquí, sino de lo que he visto.

Desde que mi compañero Andrés Valenzuela me contó que la máxima autoridad de nuestra escuela quería fotos de nosotros trabajando en El Mercurio, hemos carcajeado durante varios almuerzos pensando en qué fotos le llevaríamos: si de las liebres que dan vueltas por el inmenso jardín, del caballero que lustra los zapatos sobre un sillón de cuero con manijas de bronce, los espectaculares grafittis sindicales rayados en el baño o del viejo del Kiosko, donde, créanlo o no, venden The Clinic.

La primera vez que vine acá, fue lo suficientemente intimidante ser fichado por una especie de webcam para poder entrar. Desde que quedé en práctica, nunca más me volvieron a preguntar quién soy ni a qué voy, llegue con terno o recién levantado un día sábado para cumplir turno con jeans y zapatillas.

El relajo ha llegado a tal punto, en cuanto a comentarios, que nos da lo mismo con mi compañero hablar sobre los tipos quebrados que pasan al lado de nosotros, tratar de fachos a algunos otros, ver cómo todos cuidan la línea de la gordura mientras nosotros nos engullimos las chuletas que los demás rechazan y sobre qué importancia verán en su trabajo las minas que hacen la sección Vida Social.

Este lugar es tan grande (cancha de fútbol, gimnasio, peluquería, policlínico y servipag incluidos), que me parece raro que no tenga dentro un servicentro para que el subdirector, hijo del dueño, le ponga bencina al Audi negro que hace rugir a veces por el sector. Me he enterado de las míticas excentricidades del director, por intermedio de mi jefe, las que no contaré hasta que me firmen el informe.

Mucha gente anda corriendo, como es obvio, hacen generalmente bien su pega (por lo que leo) y no existe empacho en situarse sobre el resto de los diarios de la cadena. Inaceptable es que te golpée un "diarito" como Las Últimas Noticias o "penca" como La Segunda, según he escuchado (juzgue usted).

Ser moreno, chico y gordo, encima sureño, te hace sentir casi infrahumano respecto de los demás prácticantes ( mi socio tiene bastante ventaja en este ítem). A veces, tú mismo te persigues sobre si vienes o no de un lugar lo suficientemente exótico como para ser tomado en cuenta (para colmo, si creciste en Chiloé y encima, te salen canas y la calvicie viene siendo casi irremediable).

Punto aparte merece el verdadero cásting femenino, que imagino, deben hacer acuciosamente. Mucha mijita rica pintiparada atenta contra la concentración laboral y contra el ego. A mis favoritas, ya les sé hasta el nombre. Y trabajar cerca de la escalera principal es casi como estar en platea del Cachantún Fashion.

Como me debo ir a trabajar, sobre la pega, que les cuente Andrés.

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